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El sexo le daba lo mismo PORTADA ROSA ELENA GONZALEZ 

El sexo le daba lo mismo

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Ella era ligera, tratando de venderse se mostraba, los que la deseaban su costo pagaban porque tenerla se disfrutaba.

 

Para ella estar con un hombre o una mujer era igual, no hacia distingo en el sexo, pero quien quisiera satisfacer el deseo de poseerla tenía que pagar 25 mil pesos, poco más poco menos, porque se vendía cara.

 

De ella se decía era joven, fina, moderna, muy bonita y sabía hacer de todo, no se inhibía ni intimidaba con nada, estaba abierta a todas las fantasías, se dejaba llevar con facilidad y entraba en cualquier sitio.

 

Y si, a pesar de la fragilidad de su cuerpo  aguantaba hasta las peores rudezas, capaz de tener todas las conversaciones, igual despertar grandes emociones y pasiones, era capaz de guardar secretos y aun cuando a la hora que estaban con ella en la intimidad de la noche le platicaran de otro amor ella callada aguantaba que la tocaran cada vez que la necesitaban.

 

A ella el sexo le daba lo mismo, era mundana e igual le parecía estar con hombres que mujeres siempre y cuando pagaran el precio de tenerla, cara, pero siempre disponible porque para eso fue preparada, para dar satisfacción completa a toda hora, en todo lugar.

 

Solo necesitaba que alguien la tocara para encender su pasión, abrir su espacio, para que conocieran sus secretos, y aunque requirieran de su cariño muchas horas ella jamás se veía cansada, igual reaccionaba al estímulo de los dedos que se deslizaban a veces suavemente y otras bruscamente sobre su delicado cuerpo, lo soportaba todo.

 

Sabía que era cara y por lo tanto tenía que estar siempre disponible, en su memoria guardar secretos y recuerdos, en su alma emociones, tentaciones y pasiones, su intimidad solo la mostraba a quien pagaba por tenerla y que en esos momentos se sentía su dueño.

 

A pesar de su juventud dejo de existir, cuando la revisaron confirmaron que un derrame le causó la muerte.

 

Murió en el acto, el líquido caliente derramado sobre su cuerpo elevó la temperatura al máximo, no pudo más, convulsionó, su acompañante esa noche  le gritaba que no se muriera pero no pudo hacer nada para salvarla, su vida en aquella habitación, bajo la lánguida luz, se apagó para siempre.

 

De nada sirvió su fortaleza, su belleza, ni ser de las más caras y deseadas, el destino la alcanzó, hoy lamentó su perdida, más porque en estas fechas todo debería ser felicidad y ella no me acompañara más en mis noches de desvelo cuando terminaba exhausta pero satisfecha.

 

Confieso que fue mi compañera, confidente y cómplice durante varios años, de su muerte soy culpable, nunca supe separar el trabajo del placer, nunca me oculte para estar con ella pero la mayoría de las veces había otro acompañante, éramos el trio perfecto hasta que murió en mis brazos.

 

Tarde a tarde pasábamos intensos momentos mi computadora, mi café y yo, pero un descuido provocó que de mi mano resbalara la taza del ardiente café que se derramó sobre mi computadora, el técnico dijo que el derrame le provocó un corto circuito quemándole todo el interior, que no podría regresar a la vida, que había muerto por la intensa temperatura.

 

Ahora estoy de luto no solo me quede sin mi computadora, ella se llevó a la sepultura mis archivos e imágenes, pero el show debe continuar, otra nueva computadora  tengo que buscar porque con todo y tristeza se debe trabajar.

 

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