Eso es no tener vergüenza…
Sin duda alguna la lealtad es una virtud, es la firmeza en los afectos o ideologías, la fidelidad, no engañar, no traicionar por más tentador que pueda ser el momento, el contrato, o el nombramiento.
Lamentablemente ese valor está muy escaso, es casi inexistente entre la clase política, prácticamente desaparece apenas arrancan los procesos electorales.
Esa es la verdad, tristemente hoy en día la lealtad tiende a desaparecer, más en los políticos, porque la pregonan, sin practicarla, de acuerdo a conveniencias.
Cierto, aún hay personas que le dan un gran valor a la lealtad porque para ellos o ellas es una cuestión de honor que va más allá de cualquier interés, como dijera la abuela, es la valía de gente bien nacida.
Tan endeble está en estos tiempos la lealtad, sobre todo entre la clase política, que sobra quienes la ofertan al mejor postor como si fuera un artículo cualquiera de bajo valor, para muchos no es más que una simple y manoseada letra de cambio firmada, no con el corazón, si por ambición.
Los procesos electorales o cambios de administración dejan al descubierto el valor que muchas personas le dan a la lealtad.
Pues las deslealtades se dan en todos los partidos políticos sin importar el color, bueno, esa práctica se da hasta en las mejores familias, tratándose de poder fama y fortuna hay quienes traicionan a sus consanguíneos.
Parece parte de la naturaleza humana el irse con el mejor postor, por eso escuchamos constantemente, ya sea en broma o con conocimiento de causa, que los perros son más leales o fieles que muchos seres humanos, y es que los animales conservan el sentido de pertenencia y nunca olvidan quien les trata bien, quien les dio de comer, menos la casa donde crecieron, situación que no sucede con algunos políticos que constantemente olvidan la casa que les adopto, desconocen a quien les brindo cobijo, y son capaces hasta de morder la mano que les dio de comer durante varios años o les brindó la oportunidad de a un puesto llegar.
Muchos políticos, después de jurar que primero están sus ideologías y de pelear férreamente contra todos queriendo defenderlas, de pronto cambian, más cuando están encumbrados o que creen que tienen posibilidades de seguir creciendo dentro de sus institutos políticos, pero cundo el viento no sopla a su favor se les olvida la lealtad a su partido o la persona que les encumbró.
¿A quiénes nos referimos? no terminaríamos de mencionarlos, pero seguramente usted ya se acordó de varios desleales y desvergonzados.
Y es que, a muchas personas, más a los políticos, se les olvida que sus actos no quedan ocultos, que las traiciones resurgen y que serán señalados, olvidan que al cometer esos actos ya jamás serán dignos de confianza pues la gente sabe que quien traiciona una vez lo hace siempre, que solo esperan tiempos o la ocasión para ejecutar la traición.
En ocasiones se puede percibir la lealtad como un contrato, un convenio, con cláusulas aplicables por tiempos, espacios y conveniencias, pero los políticos deben tener conciencia que regularmente prescriben esos acuerdos meses o días antes de lo pactado sin que los contratantes puedan hacer nada porque para muchos personajes la lealtad solo es aun artículo de compra-venta de acuerdo a la opcacion.
Lo peor es que la mayoría de los políticos hablan de lealtades como si conocieran o practicaran ese valor, apenas ven la oportunidad ofertan su “lealtad” al mejor postor, eso, es no tener vergüenza.
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